viernes, 16 de diciembre de 2011

Cimiento evolutivo

Reunirse, nadie sabe nada acerca de la fiesta animalística de aquella ficción por todo el resto de la creación, mares taxonómicos, y más. Mientras que iban jirafas, perros, camellos y dragones de dos en dos; extrañamente, primero los vertebrados y luego las insectiadas, incluso el hecho de contar dos bacterias iba más allá de las pinzas. Problemas hacia la indefinición, si usted lo prefiere un infinito de quejas para apagar la luz a la media hora o acerca de los antojos de una mula. Sin embargo, hay una piedad hermosa para la transgresión, ni el escritor más minucioso reduce la atroz pelea de arañas, acaso la Beatitud de Spinoza aún lo percibía. Una bibliografía inmensa en torno a los contrastes voraces de la reproducción, Fibonacci en uno de sus sueños admiró el coito transitivo del conejo para reducirlo a genética aritmética. En un determinismo de la reproducción invariable, Zenón de Elea admira la fabulación de la tortuga, detrás de huevos cual puntos. Detrás de la historia intempestiva de competencias biológicas, los principios de industrialización, puntos simétricos desdoblan, las olas son al mar lo que las nubes al cielo, espesas señales desesperadas por cambiar de espacio, de repente. Los vertebrados, entonces, el exoesqueleto exterioriza cicatrices recubiertas de polvo en otros, una señal de combate: algún temor entre cangrejos es retroceso, la batalla planeada, incluso algunos venerables han preferido su muerte instantánea, sorpresiva. Una colisión de estatuas, las pulgas saltaban detrás del rajadero de tablas, el segundo gran avance del espacio fue hacerse flexible para decidir la pulverización de los cristales. No un incendio alguno, el regreso al agua de el erizo sin aire, enamorado del contacto ajeno. De-fosilización, la literatura ha hallado contrastes entre el límite de corte del diente del tiburón y el precioso cuerno que tuvo aquel demonio perverso, aún detrás de la oreja ovalada.


Pablo [J]

jueves, 15 de diciembre de 2011

Avances ópticos

Siento, y ¿Quién corre? si lo hiciera. La espontaneidad explicada sería un umbral distinguido, elegante y, hacia las puertas de bienvenida se distingue un tronco muscular roto, un cráneo, una figura a distancia del polvo. Opeyemi repite el desayuno, unas sardinas escamosas, planeación es una recuperación de lagunas, el temblor en una sardina al estómago es un a-sensorial, y ese sismo al fondo de las aguas, la pesca deliciosa donde se prepara la evolución. Va sin mí, se pierde entre la memoria desértica. Nadie ha deseado nunca un giro preciso, la variedad de los minerales, las piedras aparecen, la sangre es un tema entre líquidos: inversiones descabelladas, ahora sígame hacia los pasos geocortos con discreción de profeta. Opeyemi se asegura en un silencio, cuentos tensores son el repaso de la sardina en su secreción definitiva, liquidar la confianza, de ser el retrato perdido entre fuegos. Tómelo sin ningún motivo, incluso aparezca detrás de ese juego inclusivo, ¿Alguna vez alguien a corrido con precisión zoomática? A la interrogante, un nostálgico (carne calcinada con renovación a-séptica, ella sabe el nombre de si misma) dibujo. Ahora mírese.

Danté Manzana